Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1200
Fin: Año 1500

Siguientes:
La importación de un lenguaje y el clasicismo gótico
Inercia y renovación figurativa
Los vidrieros y el Gótico Internacional
La práctica y la renovación del lenguaje

(C) Víctor Nieto Alcaide



Comentario

El autor de "La Pícara Justina", López de Ubeda, ironizaba acerca de la arquitectura de la catedral de León, que visitó cuando fue a esta ciudad en el cortejo de Felipe III en 1602, poniendo en boca de Justina las siguientes palabras: "Aunque entré dentro de la iglesia, yo cierto que pensé que aún no había entrado, sino que todavía me estaba en la plaza, y es que como la iglesia está vidriada y transparente, piensa un hombre que está fuera y está dentro...". La burla se refiere, sin duda, a uno de los desarrollos que alcanza la vidriera en la catedral gótica del siglo XIII, la sustitución del ventanal como vano abierto en el muro por el muro traslúcido creado por las vidrieras. Sin embargo, hasta que en la arquitectura se alcanzaron estos planteamientos fueron muchas las experiencias que tuvieron que desarrollarse en los aspectos técnico, formal y figurativo.
El análisis de la vidriera medieval supone remontarnos al origen desconocido de esta especialidad, pues aunque existió desde mucho antes, apenas si se conserva algún resto anterior al siglo XI. Diferentes menciones literarias y documentales y algunos hallazgos arqueológicos acreditan la práctica de este arte surgido para atender unas exigencias prácticas: cerrar los ventanales de un edificio es impedir el paso de luz. Esta función práctica, que se cumplió articulando diversas piezas de vidrio en un bastidor metálico o de madera formando una pantalla traslúcida, con el paso del tiempo, tras la experimentación de ciertas técnicas y atendiendo a nuevas exigencias arquitectónicas y figurativas, se convirtió en un soporte iconográfico configurador del espacio arquitectónico.

Es muy poco lo que conocemos de vidrieras formadas por piezas de vidrio emplomadas y pintadas con grisalla anteriores a los últimos años del siglo XI. Sin embargo, lo conservado pone de manifiesto que ya entonces era un arte integrado en la arquitectura y con unos complejos procedimientos técnicos perfectamente elaborados. El tratado "Schedula diversarum artium", redactado en torno a 1100 por el monje alemán Teófilo, acredita unos conocimientos técnicos impensables sin una importante tradición anterior, que se mantendrán vigentes casi sin alteraciones hasta nuestros días.

Desde sus orígenes la vidriera desempeñó en el edificio diversas funciones. Elemento de cierre imprescindible en el edificio, desde sus inicios aparece como un instrumento modulador de la luz y fundamental para la configuración espacial y lumínica del mismo. Hasta el punto de que en determinados planteamientos arquitectónicos, como en el gótico del siglo XIII, la vidriera actúa como una parte inseparable y componente de la misma arquitectura. En este sentido, se presenta como un medio para transformar la luz natural en una luz no natural diferenciada cromática y físicamente de la iluminación exterior.

Este planteamiento no se produjo sin una radical transformación del sístema de iluminación del edificio. En las catedrales del gótico clásico el ventanal pierde la condición de vano aislado y de hueco abierto en el paramento del muro que había tenido en el edificio románico. La organización del sistema de presiones, transmitidas a los pilares contrarrestados por los arbotantes al eliminar del muro la función de soporte, permitió ampliar las dimensiones de los ventanales hasta crear un muro traslúcido. Las catedrales castellanas de Toledo, Burgos y especialmente León, responden a este planteamiento.

Ahora bien, este efecto, conseguido a través del sistema de iluminación descrito, se podría haber conseguido igualmente cerrando los vanos con vidrieras formadas por vidrios de colores. La transformación cromática se había conseguido igualmente lo mismo que sus valores arquitectónicos, plásticos y simbólicos. Y, sin embargo, desde sus orígenes la vidriera aparece como soporte de imágenes componentes de programas iconográficos en correspondencia con los formulados por otras artes como la escultura, la pintura o la miniatura. Y este desarrollo iconográfico se estableció partiendo de unos planteamientos formales acordes con el sistema plástico de cada momento. En este sentido, la vidriera discurre en el marco de los problemas plásticos que se desarrollan en otras artes, si bien la relación no siempre se produjo de una forma receptiva, sino que en muchas ocasiones se desarrolló como una opción plenamente innovadora con respecto a otras especialidades. No cabe estudiar el llamado Estilo 1200, o las artes del color del siglo xui sin el análisis de los planteamientos de la vidriera de esta época. La complejidad de la técnica y de los materiales, que al tiempo que imponía determinadas limitaciones proporcionaba insospechadas posibilidades plásticas, la utilización de los modelos y repertorios, la organización de los talleres y sistema de trabajo de los vidrieros, hicieron que la vidriera, tanto en aquellos momentos en que se halla más cercana a la pintura como cuando se encuentra más distante, discurriera siguiendo unos cauces trazados siempre desde sus propias leyes.